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La omisión nuestra de cada día

Nora Garita

El pasado 25 de noviembre, día en que se reflexiona sobre la violencia contra la mujer, encontramos abundancia de datos sobre el tema. El que mejor lo resume: una de cada tres mujeres en el mundo sufre de alguna forma de violencia.

El recorrido de la prensa internacional mostraba un panorama similar fuera cual fuera el lugar: en Italia, 100 mujeres son asesinadas cada año por sus parejas o exparejas. En México, el 75% de las mexicanas han sido víctimas de violencia en algún momento de su vida. Ningún país quedó para tirar la primera piedra.


Hay una de estas violencias de la que se habló poco, tal vez porque es menos evidente, o porque es tan cotidiana que ni siquiera la llamamos con ese nombre. Se trata de la ignorancia que hacemos del trabajo diario, cuando es realizado por alguna mujer.

Le pedí a la dueña de una soda por mi casa contarme todo lo que había hecho ese día. Dijo: “me levanté a las cinco y media a bañar a mi esposo porque tuvo un derrame, hice el desayuno de mis hijos, tendí las camas, lavé la escoba y el trapo del piso, limpié la casa, lavé la ropa de todos porque todos trabajan (así dijo) , hice el almuerzo, le di a mi esposo, lo acosté a ver televisión, lavé los platos y las ollas, me vine a la soda, ya tenía picado todo desde anoche y me puse a cocinar porque se abre a las doce y media, no vino la muchacha que me ayuda y me tocó servir las mesas, lavar los platos, atender la caja, ahorita cierro porque tengo que ir a darle de comer a mi esposo y acostarlo, luego llegan mis hijos y hay que servirles, picar lo de mañana y planchar ropa”. ¿Quién en esa casa se ha detenido un día para agradecerle su corre- corre?
Por un lado, escuchamos una idealización de la figura materna, un discurso de alabanza a la belleza femenina, pero paralelo a esto, una práctica cotidiana que omite, que ignora, que no premia el trabajo hecho por las mujeres.

Esto no ocurre solo en el ámbito doméstico. En las oficinas públicas, en las universidades, en las empresas sucede lo mismo. En la rutina de cada día se oculta este aporte femenino, como en los libros de historia, la cual pareciera haber sido hecha solo por hombres. Negar el aporte de la mujer en los procesos históricos, políticos, en la ciencia, es también violencia.


Quisiera proponer a mis lectores un ejercicio muy sencillo: descubrir a su alrededor un trabajo hecho por alguna mujer. No le va a costar mucho encontrar la situación puesto que las mujeres realizan dos tercios del trabajo que se hace en el mundo. Curiosamente, no son retribuidas en igual proporción ni poseen propiedades en esa proporción. No dude un minuto, vaya y le hace saber que usted se dio cuenta de lo valioso de su trabajo .Reconocer un trabajo ignorado es un acto de no violencia. Si usted es historiador, propóngase visibilizar el aporte de alguna mujer, ya verá, no le faltarán hallazgos.


 
 




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