Lo importante es si sabremos demostrar que en efecto somos un país como el que decimos ser y resolvemos nuestros asuntos en consonancia con esos discursos
Diversidad sexual, de nuevo en la mira
¿Ahora qué sigue? Eso podría uno preguntarse ante la noticia que circuló
ayer en los medios de comunicación.
Un pronunciamiento del Juzgado de
Familia ha reconocido la unión de hecho de una pareja homosexual, integrada en
este caso por dos hombres.
Así lo informa el abogado de la pareja, Luis
Álvarez.
Este reconocimiento, que toma en cuenta la Ley General de la
Persona Joven, pero también convenios internacionales en materia de derechos
humanos, pone a Costa Rica un poco más cerca de cumplir el compromiso de respeto
absoluto a esos derechos.
Es de esperar que se reavive el debate sobre este
tema y lo lógico y deseable es que se pronuncien también, como es su deber,
nuestros legisladores.
Habrá quienes argumenten que el espíritu de la Ley de
la Persona joven no es el de pronunciarse sobre el tema de los derechos de las
personas con diversas preferencias sexuales.
Es posible que muchas otras
argumentaciones vuelvan a la mesa de discusión y esto sería algo positivo
siempre que se haga desde el respeto, la madurez y la tolerancia.
El tema se
ha tratado en muchos casos de modo tal que pareciera que lo más importante es
llegar a lo que una ley pueda definir, y no a lo que a cada persona y su
conciencia le indique.
Este aspecto del tema no ha estado suficientemente en
las mesas de discusión. Aun si una ley permite algo, la actitud de quienes por
convicción no están de acuerdo con ello siempre puede ser la de abstenerse. La
de educar.
Por otro lado, la experiencia ha indicado sobradamente a lo largo
de la historia de la humanidad que lo prohibido no solo puede realizarse sino
que a veces se torna en más atractivo solo por estar fuera de la ley.
Otros,
desde luego, razonarán en forma totalmente opuesta. Lo importante es si sabremos
demostrar que en efecto somos un país como el que decimos ser y resolvemos
nuestros asuntos en consonancia con esos discursos.
Las parejas integradas
por personas con diferentes preferencias sexuales y los diversos núcleos
familiares que se forman en torno a esto, lo hacen y lo seguirán haciendo más
allá de lo que diga una ley o deje de decir.
El tema por ello debería ser
resuelto no para intervenir en las creencias o no creencias de la gente —algo
tan interno que nadie puede regular— sino para garantizar a todas las personas
los mismos derechos en cuanto a asuntos materiales.
Aquellos aspectos que en
cambio tengan que ver con el espíritu podrán ser resueltos únicamente por cada
ser humano. La sociedad solo debe darle un marco legal justo para que, dentro de
este, elija su forma de vida.